Viejos desechables

Revelaciones

Margarito Escudero Luis

Desde aquel Mundo Feliz de Aldous Huxley hasta los exterminios planteados de la saga de Resident Evil, en donde la humanidad es desechable, utilizable, manipulable, transformable, según los caprichos de un grupo de mujeres y hombres poderosos que se sienten ajenos a la misma humanidad, la idea de lograr ese sometimiento total de aquella población que solamente tiene su fuerza de trabajo para sobrevivir, está latente en las intenciones de quienes detentan el poder a base de lo que sea.

Para esos grupos que plantean un dominio total, el fin único es la riqueza inconmensurable pasando, no solamente encima de sus congéneres, sino de la misma naturaleza que permite vivir y desarrollarse en el seno de este planeta.

Para fortuna de la mayoría, no lo han logrado, todavía quedan en algunas partes del cerebro algunos rescoldos de lástima y compasión por los demás, a quienes verían abajo, muy debajo de una posición de poder y privilegios.

De pronto, la economía, las utilidades y el dinero se convirtieron en el fin único de los  humanos, lejos quedaron las sociedades que basaron su convivencia en el orden, la paz y el respeto al prójimo.

Así, con la finalidad de preservar y mantener la supremacía de un grupo social, se hizo necesario deshacerse de los que ya no son útiles, crearon estereotipos y ahí acomodaron a quienes consideraron inferiores ya fuera por el color de la piel, por el idioma que hablaban o porque no profesaban la misma religión que ellos.

Adolfo Hitler creyó el mito de una raza superior (claro, la de él) y decidió que todas las demás razas eran inferiores. Igual sucedió con los grupos vulnerables, como los discapacitados.

Entonces, aquellos que no servían a los fines de una sociedad  en desarrollo y que de alguna manera se convirtieron en un estorbo, debían ser eliminados.

Hitler puso manos a la obra con los elementos a su alcance en aquella época.

Hoy se habla de terribles conspiraciones en contra de la humanidad; es decir la humanidad contra la misma humanidad.

Se dice que algunos quieren imponer un “nuevo orden mundial”,  otros alegan que ya somos muchos y se debe reducir la cantidad de habitantes en el mundo.

Últimamente, los viejos, las personas que ya sirvieron al sistema, que ya dieron lo que debían dar, se convirtieron en un estorbo para el capitalismo, ahora resulta que el esfuerzo realizado en toda una vida, no sirve para poder pasar los últimos años en paz.

Líderes del imperialismo han decidido que los ancianos atentan contra la economía mundial y algo debe hacerse.

Terrible de verdad. Una “jovencita” francesa ella, llamada Chistrine Lagarde, nacida el 1 de enero de 1956 (64 años de edad), cobra como directora del Fondo Monetario Internacional (FMI),  dijo: “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo ¡Y ya!.

Por otra parte, un jovenazo llamado Dan Patrick, es vice gobernador de Texas, dijo que: “Los abuelos debería sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía”.

Igualmente, un tal Taro Aso, chamacón que trabaja como ministro de finanzas de Japón, concluyó que “Los ancianos deberían darse prisa y morir para poder aliviar la carga fiscal, producto de la atención médica que el estado les brinda”.

Bueno sería que estos tres personajes predicaran con el ejemplo.

Ahí están las tesis supremacistas. Finalmente los negros, judíos, los sometidos y conquistados aztecas y demás sociedades precolombinas de América, los palestinos, los gitanos y todas aquellas comunidades que en su momento fueron segregadas y perseguidas, por fin son redimidos.

El actual capitalismo ha encontrado que la verdadera carga y estorbo para su permanencia, son los viejos.

Por fin los impulsores del capitalismo han reconocido que sin la fuerza de trabajo de todos los mencionados no podrán mantenerse con ese tren de movimiento, después de todo son útiles a los fines que lo hacen ser.

Los estorbos al desarrollo capitalista son los viejos y los discapacitados.

Misteriosamente, aparece de la nada un virus poderoso que pone al mundo de rodillas, pero ataca con fuerza a los mayores de 60 años y a quienes padecen enfermedades crónicas o terminales sin importar la edad.

La selección natural que propuso Charles Darwin ahora ya no es tan natural, requiere de una “pequeña ayuda” para hacerla valer.

Los viejos, en las sociedades antiguas, fueron respetados y venerados por su experiencia y sabiduría. Hoy son estorbo, desechables.

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